Al pan, pan, y al vino, vino


Gran Hermano te mira

Gran Hermano te mira

La neolengua es el nombre de un idioma inexistente inventado por George Orwell en su famosa distopía 1984, que podéis leer pinchando en la imagen (la neolengua, en apéndice). A partir de ella, los líderes del Ingsoc, partido único que domina a la población de Oceanía, pretendían evitar no solo la expresión de ideas contrarias a los principios del partido sino incluso, por la relación que media entre lenguaje y pensamiento, que tales ideas fueran concebibles, que se pudieran llegar a pensar. La neolengua sustituiría más o menos hacia el año 2050 a la viejalengua, lo que esclavizaría a los habitantes de ese lugar sin ningún género de duda, al someterlos al poder de manera absoluta, sin fisura o intersticio por el que recibir la más mínima luz del pensamiento crítico.

En política, nada es inocente. Por supuesto, el lenguaje no es inocuo. Ni el lenguaje verbal ni la representación o escenografía del acto, ni los deslices no verbales tan delatores a veces.

Asistimos a un momento de notable lucidez –u oscuridad– eufemística por parte de nuestros políticos. No es  un fenómeno novedoso, como advertía Lakoff en, por ejemplo,  No pienses en un elefante, ya que los think-tanks republicanos llevan decenios generando los marcos cognitivos adecuados para implantar su política neoliberal. La cosa viene a ser más o menos lo que la archimanida sabiduría popular declara de la siguiente manera: «Que hablen de uno, aunque sea mal» o «difama, que algo queda». Y así es. Pensamos no solo con palabras, sino en las palabras, dentro del lenguaje, por lo que no es fácil abstraerse de los términos con los que se nos comunica, de modo solo aparentemente aséptico, o banal, una noticia para convertirnos en un observador objetivo, necesariamente externo a esa información. Las palabras nos enredan, nos enmarañan, nos envuelven, nos desorientan y, contra lo que pueda pensarse, más que comunicar, mienten, engañan, tergiversan, ensucian la realidad.

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Pues bien, ha sido tan escandaloso el incremento de esa otra manera de decir las cosas que anula los perfiles de la verdad para trascenderlos en una especie de fe política, que he podido recopilar numerosos ejemplos, a cual más sangrante, para la próxima actividad que vamos a llevar a cabo, y que explicaré en clase en más detalle.

La ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez. (EFE)

La ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez. (EFE)

Todos sabéis lo que es un eufemismo, ese edulcorante de la palabra amarga con que se pretende evitar pronunciar esta última, evocando, con mayor aceptación, el concepto a que se remite. Por este camino, algunos cargos de primer nivel parecen haberle cogido el tranquillo y se esmeran por resultar más graciosetes o más agudos que sus compañeros. Así, solo en la última semana, hemos tenido que soportar otra intervención sonrojante de María Dolores «de» Cospedal, quien, para distraer la atención  de los perjuicios que le está ocasionando a su persona y a su partido el caso Bárcenas (vide las conocidas estrategias de manipulación señaladas por Noam Chomsky), ha calificado los escraches o manifestaciones informativas en los domicilios de los políticos en que reside la soberanía popular como «nazismo puro» encaminado a «violentar el voto», añadiendo que «jugar a la cacería o a que la diana sea el político es ir contra la democracia». La inefable ministra de Empleo y Seguridad Social (que debería llamarse «de Desempleo» por pura aproximación a la realidad) ha convertido la inagotable fuga de cerebros y la huida de jóvenes por un paro desbordante en nada menos que «movilidad exterior». Quizá habría que flexibilizar el Gobierno y ejecutar una reorganización ordenada a modular sustancialmente sus efectivos.

La verdad es que son tan solo dos botones de muestra de las ocho o diez polémicas insustanciales –pero de terribles consecuencias– que han permitido a los periódicos vivir un día más y llenar de tinta su papel a lo largo de la semana pasada. Recomiendo la frasecita que han soltado Miguel Arias Cañete a propósito de lo limpitos que somos y de la opinión que merece a Alberto Ruiz Gallardón la vida de una mujer que interrumpa su embarazo para no ponerla en riesgo, que podéis encontrar aquí, para que ajustéis bien el nivel de nuestros políticos. Los profesionales del comentario han puesto en muchas ocasiones de relieve lo que vengo señalando, y quién soy yo para añadir una coma a Escolar o a mi admirado Juan José Millás, para quien, con su habitual socarronería, todo esto es un sindiós, que no puede escribirse ni describirse mejor. Me conformo con añadir que corre por la red una Wiki que gira alrededor del movimiento 15-M en la que se ha comenzado a elaborar una «lista de expresiones en neolengua», con definiciones bastante orientadas ideológicamente al polo opuesto de la entrada de partida.

En definitiva, como Marina Fernández Lagunilla, que fue profesora mía, sostenía entre otros autores, “las palabras no son inocentes, sino que son instrumentos de manipulación. Desde esta perspectiva, el léxico político no reflejaría la realidad sino que la distorsionaría” (Fernández Lagunilla, 1999b: 11).  Con lo que agradeceríamos que se llamase al pan, pan, y al vino, vino. Para Bonnin (1973) “lo peligroso de la manipulación lingüística es que la persona objeto de la manipulación puede no darse cuenta de ella, ya que mediante el lenguaje se procura mantenerla en la ignorancia” (p. 59). Sería largo debatir si la situación en nuestros días es esa o no más bien una búsqueda (consciente o inconsciente) por parte del destinatario de argumentos justificadores de su modo de vida y de su fe política: “En general, la teoría de la disonancia [Festinger, 1957] predice que las personas están motivadas a exponerse de por sí a la información consonante (con la actitud) y a evitar la información disonante (con la actitud) a fin de estabilizar una decisión (o una actitud existente), y de tal manera mantener la consonancia o evitar la disonancia cognitiva” (M. Hewstone, W. Stroebe, J.P. Codol & G.M. Stephenson. (1992: 160). En pocas palabras, un simpatizante o votante de izquierdas leerá El País, escuchará La Ser y verá el telediario de la Sexta, mientras que quien tenga un pensamiento conservador se ceñirá a La Razón, El Mundo o ABC, verá Intereconomía y desayunará escuchando a Jiménez Losantos para que le digan una y otra vez lo que quiere oír, para que le aporten la perspectiva de la noticia que le interesa e incluso para que le oculten las que prefiera ignorar. Detalles de todo esto y la procedencia de las citas pueden verse en mi artículo en línea «Usos y variaciones del nombre propio como estrategia política» [Discurso & Sociedad, Vol 1(3) 2007, 439-481].

Es menos evidente otras veces la manipulación a que nos sujeta el lenguaje periodístico. Caemos una y otra vez en el error de considerar que hablamos para comunicarnos, para informar y decir cosas, cuando lo más habitual es que tratemos de emplear el lenguaje para no decir, para engañar, para mentir o para falsear la realidad. O para imponer inconscientemente una visión de mundo que, cuando menos, debería ser objeto de reflexión. Este titular, pongo por caso, llama la atención:

racismo en portada

Cfr.: Alerta digital

Pero hace años que se debate en Estados Unidos el empleo o abandono de la locución ‘inmigrante ilegal’ en el New York Times (frente a ‘indocumentado’). Como decía otro de mis profesores, José Portolés, que escribió un trabajo sobre el asunto, el hombre concreto ¿es ilegal en cuanto persona?, ¿en cuanto inmigrante? ¿Qué invoca el adjetivo, que su comportamiento es ejemplar? Como mínimo, es inmigrante solo desde nuestra perspectiva, la del país receptor de su movimiento migratorio. Desde la suya, quizá se trate más bien de un emigrante. La visión última sobre el tema queda implícita, en cualquier caso, y será preciso distanciarse de las palabras para acercarse lo más limpio posible a los hechos.

no one is illegal

Foto de AP

Id con cuidado. Es esencial contrastar la información, preguntarse a quién interesa que se publique lo que se publica de la manera en que se publica (como discute en este lugar Juanlu Sánchez). Leed siempre con atención y dispuestos a cuestionarlo todo, incluso esta misma entrada. Que no os den gato por liebre todos esos trileros de la palabra que pululan de aquí para allá, entre la tele y los periódicos, del Congreso a internet. Mejor, si acaso, que lo haga alguien sin segundas intenciones, para vuestro solo disfrute, como el tipo del vídeo de los azulejos, que os dejará asombrados:

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