Algunos textos tienen esa capacidad. Dejo aquí un par de ejemplos que se pueden emplear en clase.
Somoza, A una coqueta
Juan José Domenchina dice que «es preferible incurrir en rebuscamiento o cataglotismo culterano, cargante profusión terminológica, e incluso en sibilina inaccesibilidad, que no caer en la greñuda y zafia negligencia […] Nada importa que en esta tarea el escritor tome y aun exhume directamente del diccionario alguna palabra que logre subyugarle. Teófilo Gautier dijo que no conocía libro más digno de ser leído por un poeta que el diccionario» («El culto del idioma y la fruición del pensamiento», El Sol, 1931)
Para muestra de lo que eso significa, este botón:
Deja, pues, que la bruja desenhetre los
porcipelos de sus crenchas
enmarañadas: ralos nidales de idóneos
anopluros.
(Juan José Domenchina, Dédalo, 1932)