La pura información es una entelequia. O un desideratum, como dice Lázaro Carreter, al que deben tender ciertos géneros periodísticos. Pero el otro día estuvimos viendo las portadas de todos los periódicos generalistas de ámbito nacional (y algunos autonómicos): Debían girar alrededor de dos noticias básicas, no más, y eso nos permitió observar el abismo que mediaba entre «la verdad» de unos y la de otros en cuanto a los sucesos, ya que se cuestionaba incluso su misma existencia. Los deportivos tampoco tenían desperdicio.
Fuente: kiosko.net
Así pues, lo primero que debéis preguntaros a la hora de afrontar críticamente cualquier texto informativo es: «¿A quién beneficia que se haya publicado esto aquí de esta manera?»; y aun antes: ¿por qué se nos cuenta esto, y no cualquier otra cosa?». El periodismo informativo, a día de hoy, como la política, ha perdido la inocencia. Ningún titular es inocuo, pero los silencios matan. Por consiguiente, importa tanto lo que se dice como lo que no se dice. Quizá es que no existe una única verdad, pero ese problema se lo cedo gustosamente a los filósofos. O a los periodistas de verdad.
Creo que este vídeo acerca del quid de la profesión para The Guardian explica sobradamente a qué me refiero:
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