Notas sobre la comparación y la metáfora (para todos los públicos)


Hemos estudiado que las figuras literarias son procedimientos lingüísticos encaminados a embellecer y dotar de valor expresivo a un texto.

Cuando leemos un texto convencional pretendemos descifrar su significado sin detenernos a considerar las palabras que lo forman, en las que ni siquiera reparamos. Por el contrario, en presencia de un texto literario, el lector no puede acceder directamente al mensaje pues se encuentra con algunos obstáculos, como las figuras literarias, que le producen EXTRAÑAMIENTO y que logran DESAUTOMATIZAR la lectura. Ahora ya no nos fijaremos solo en el contenido, sino también en la expresión que lo esconde y lo revela al mismo tiempo. Descifrar entonces qué se nos transmite, valorando a la vez el modo en que se nos transmite, produce en el lector placer estético.

En el caso de las figuras a las que nos referimos, nos encontramos en el ascensor del edificio del lenguaje, es decir, en el plano semántico.

Para poder establecer una comparación o símil se necesitan dos elementos. Uno será el elemento del mundo real que queremos describir o caracterizar a través de esta figura. Otro, el término de comparación, que es el elemento que empleamos para poder definir al primero, el centro de nuestro interés.

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Dichos elementos se asemejan en algún rasgo a partir del cual se puede manifestar cierto tipo de equivalencia parcial. Por ejemplo, los ojos de una persona pueden tener el color azul del mar. El rasgo común, por tanto, será el color. Para unir los dos elementos recurriremos a la palabra COMO. El producto de esa comparación será este: Julieta tiene los ojos tan azules y profundos como el mar. Si os fijáis, en este ejemplo aparece también explícitamente el parecido entre los ojos y el mar, los dos elementos.

Ej.: Tus labios son rojos como claveles.

En la metáfora, damos un salto más allá. Seguimos disponiendo de dos elementos, uno perteneciente al mundo real, del que queremos hablar; otro, imaginario, que nos sirve para conocer mejor aquel. La diferencia más consistente con la comparación radica en que cuando construimos una metáfora no señalamos su presencia con una marca o señal como COMO. No advertimos de la presencia de una metáfora. Simplemente, vamos a mencionar el elemento imaginario, en lugar de decir el elemento real, que es el que en una conversación normal incluiríamos en ese momento, y nunca pronunciaremos el elemento real (metáfora en ausencia o pura) o lo haremos pero sin el COMO (metáfora en presencia).

• Ejemplo de metáfora en presencia: Tus ojos son dos soles.

o Elemento real: ojos.
o Elemento imaginario: soles.

➢ Los dos elementos guardan una relación de semejanza en el sentido de que los ojos son brillantes y bellos como nuestra estrella.
➢ No aparece, como se puede observar, la marca de la comparación, a diferencia de lo que sucede en este ejemplo de símil o comparación: Tus ojos son como dos soles.

• Ejemplo de metáfora en ausencia: Le miraba intensamente con los soles de su rostro.

➢ En esta ocasión ha desaparecido el término real, sustituido por completo por el imaginario sobre la base del supuesto parecido entre ambos.

En realidad, la base de todos estos procedimientos es la diferencia entre el significado literal y el figurado. Cuando entendáis y sepáis distinguir estos conceptos con facilidad, os daréis cuenta de que cada día pobláis vuestro discurso de metáforas. Por ejemplo, si decís que vuestro padre, ese día que se enfadó, echaba sapos y culebras por la boca, no os encontrasteis después el salón lleno de bichos, estoy seguro, porque no hablabais en sentido literal; si echaba fuego por la boca, imagino que no llamaríais a los bomberos; y cuando estudiáis tanto que la cabeza os echa humo, en realidad, no os echa humo en absoluto.

Hace ya un porrón de años que unos tipos muy listos (Lakoff y Johnson) escribieron un libro que me gusta mucho, titulado Metáforas de la vida cotidiana. En él exponían de manera ordenada estas ideas. Decían, por ejemplo, que cuando nos cuesta mucho hablar de un tema porque es poco preciso o abstracto, es más útil recurrir a la metáfora, y más económico, es decir, que también es un atajo. Por ejemplo, para hablar del tiempo, que no se puede ver ni tocar, lo comparamos con el espacio, una realidad que nos es más próxima. De ahí surgen expresiones como la semana que viene (¿de dónde viene?) o Evaristo dejó atrás su pasado (por más que miro a su espalda no veo su pasado, os lo juro).

Ya en la segunda evaluación os puse algunos ejemplos más. Como sabéis, pongo por caso, lo bueno está arriba y lo malo abajo: por eso uno padece una depresión (que es un agujero en el suelo) o se arrastra por los suelos, pero da saltos de alegría. Vamos a analizar solo un par de ellos aquí y los demás los comentamos en clase, si queréis.

Ejemplo 1: A Rigoberto le falta un tornillo.
Es un ejemplo complejo, más de lo común. Queremos hablar del elemento real: la mente de Rigoberto, Berto, para los amigos. La MENTE es un concepto abstracto. No se puede tocar ni oler. ¿Habéis visto una mente alguna vez? Como es difícil tratar del tema, tomamos un atajo. La mente se asemeja a una MÁQUINA. Las máquinas pueden funcionar bien o mal. Si a una máquina le falta un tornillo seguramente no vaya bien. Si, por esta regla de tres, queremos decir que Berto está fatal de la cabeza, podemos compararlo con una máquina que funciona mal porque no tiene todas sus piezas. Está chalado, loco. Es un orate.

Ejemplo 2: Pancracio y Gumersinda han llegado a un callejón sin salida.
Quede claro que estos dos seres humanos no iban caminando a ninguna parte y que en tal paseo inexistente no han llegado a ningún callejón ni con ni sin salida. En cambio, como la vida y las relaciones humanas son difíciles de tratar, de nuevo nos enfrentamos a una equivalencia metafórica sobre la semejanza que observamos entre la VIDA o las susodichas RELACIONES HUMANAS y el CAMINO. Cuando a uno lo llevan sus pasos a un callejón sin salida no puede continuar caminando, exactamente igual que les pasa a nuestros protagonistas, que van a interrumpir su paseo juntos por la vida.

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Vamos a hacer un ejercicio de descripción de estas imágenes de Chema Madoz que nos va a ayudar a deconstruir figuras retóricas como la metáfora o a establecer comparaciones y encontrar parecidos entre realidades muy diferentes.

Hace muy poco hubo una maravillosa exposición de este excepcional fotógrafo titulada «Las reglas del juego», a la que pude asistir en el CEART. Tengo también un par de libros suyos que, además del archivo y de lo que podamos ver en su página oficial, llevaré un día a clase para que disfrutéis de sus obras.

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