Día del libro 2012 (con retraso)


Para la preparación del Día del Libro de este año, los profesores de Lengua del instituto se han implicado tanto que han sufrido alguna metamorfosis. Aquí podéis ver a todos o casi todos los miembros del departamento en distintos momentos del proceso, en imágenes tomadas por Jonathan Wolstenholme.


 

 

Quizás debido a eso, no he podido obtener el archivo con los ganadores del concurso de microrrelatos del instituto hasta hoy. Son estos:

Mi padre pirata

Cada vez que hay luna llena, yo cierro las ventanas de casa, porque el padre de Drake es el hombre lobo y no quiero que se meta en mi cuarto. En verdad no debía asustarme, porque el papá de David es Batman, y a esas horas ya debería estar vigilando las calles, pero mejor cierro las ventanas porque Grez dice que su padre es el Joker y se la tiene jurada al papá de David.

Todos los papás de mis amigos son superhéroes o villanos famosos, menos mi padre, que insiste en que solo vende seguros y que no crea esas estupideces. Aunque no son estupideces porque el otro día Jack me dijo que su papá era Tarzán y me enseñó su cuchillo manchado de sangre de leopardo.

A mí me gustaría que mi padre fuese alguien, pero no hay ningún superhéroe con corbata, ni con chaqueta de cuadros. Si yo fuera hijo de Hulk, Skywalker o Spiderman entonces nadie más se metería conmigo, por eso me puse a pensar quién podría ser mi padre.

Un día se quedó frito leyendo el periódico y lo vi todo flaco y largo sobre el sofá, con sus bigotes de mosquetero y sus manos pálidas, blancas como el mármol. Entonces fui a la cocina y saqué el cuchillo de cortar la carne. Por la mañana entraba luz de la luna y se oían los aullidos del padre de Drake, pero mi padre ya gritaba más fuerte y ahora parece un pirata de verdad. Que se cuiden Drake, David, Grez y Jack, porque ahora soy hijo del Capitán Garfio.

Daniel Muñoz Pérez

1º A

 


Sin Título

Un día, un titiritero estaba buscando una nueva marioneta. Entró en una tienda de antigüedades y vio a una vieja muñeca, caminó hasta la dueña y le preguntó si tenía una muñeca mejor. La anciana dijo: “No hay muñeca más fina en el mundo que la tiene en sus manos”. “¿Cómo puede ser?” preguntó el hombre. “Si es sólo una muñeca vieja.” La anciana se echó a reír. “¿Sólo una muñeca vieja? No señor, puede hablar, cantar y bailar por sí misma.” “Demuéstramelo” dijo el titiritero. La anciana comenzó a cantar en voz baja. La muñeca se sacudió y comenzó a bailar y cantar. El hombre se asustó dejándola caer sobre el mostrador. Los murmullos de la mujer iban haciéndose cada vez más fuertes, de repente, se detuvo y la muñeca se sentó de golpe. “¿Cuánto está dispuesto a pagar por al muñeca?” dijo la anciana. “¡Cualquier cosa!” gritó el hombre con desesperación. La anciana le tendió la mano y él, le dio una gran bolsa de dinero. “Tenga un buen día” dijo la anciana, entregándole la muñeca. Fue entonces cuando al muñeca empezó a hablar: “Maestro… maestro, ¿dónde me lleva?”. “Te voy a llevar a mi espectáculo, allí podremos practicar el canto y la danza”. La marioneta al oírle ya estaba emocionada. A la semana el titiritero se quejaba acerca de que la marioneta era demasiado fea y siniestra, por lo que decidió arreglarlo. “Maestro… maestro, ¿qué está cosiendo?” “Estoy haciéndote un vestido, así estarás más bella”. La marioneta escuchándole ya era feliz. Esa noche, durante el espectáculo, el vestido que cosió, la hizo tropezar en el escenario y el titiritero se dio cuenta de que ya no podría bailar. Así que decidió arreglar eso. “Maestro… maestro, ¿qué va a hacer con esa cuerda?” “La voy a atar alrededor de tu cuello y el otro extremo en tus dedos, de esa manera no tropezarás”. La marioneta se conmovió. La próxima semana el espectáculo del titiritero fue un fracaso. Cada vez que él tiraba de las cuerdas duramente, la marioneta se ahogaba en sus palabras. Así que decidió arreglarlo. “Maestro… maestro, ¿qué está haciendo con esa aguja y ese hilo?” “Voy a coserte la boca”. “¿Pero por qué señor?”. “Porque no puedes cantar más, así que yo lo haré por ti”. La marioneta escuchándole se entristeció. A la semana siguiente, las personas se quejaron al titiritero de que los ojos de la marioneta asustaban  a los niños. Así que decidió arreglar eso. La marioneta vio a su titiritero aparecer por la puerta y saltó hacia la mesa para buscar un lápiz y una hoja de papel para escribir su común pregunta. “Maestro… maestro, ¿qué va a hacerme ahora?” “Voy a coserte unos botones en los ojos porque asustas a l público de mi espectáculo”. La marioneta al oírle, trató de huir, pero tropezó con su vestido y el titiritero agarrándolo fuertemente y a pesar de su forcejeo, le cosió los botones en los ojos. En las próximas semanas los espectáculos fueron un gran fracaso. Nadie quería ver a una marioneta de trapo vieja y aburrida que era manejada por cuerdas. Entonces el hombre decidió arreglarlo. La marioneta ahora ciega, estaba acurrucada en su nueva jaula, donde el titiritero la llevaba a un lugar desconocido. “Maestro… maestro, ¿qué debo hacer ahora para usted?” Pensaba la marioneta con desesperación. El titiritero, como si de basura se tratara, guardó la jaula en un ático oscuro y mohoso, donde se guardaban los muebles viejos, antiguos y olvidados…

Elizabeth Limón Sánchez-M

4º B

 


La condena

Era inocente, lo sabía; pero, ¿por qué debía defenderme entonces? Se me acusaba de un asesinato que yo nunca cometí; la policía, segura de mi culpabilidad; la opinión pública, títeres de unos medios de comunicación cuyo punto de vista es, curiosamente, unilateral, lo que merece mi aplauso, qué capacidad para poner a todos los periodistas de acuerdo para aplaudir una misma idea que, curiosamente, es la de su jefe (curioso, algunos valientes lo llaman manipulación). ¿Quiénes eran esos ínfimos vagabundos para criticarme a mí mientras bebían una cerveza en el bar? Ni idea tenían esos de qué es la vida. Sí, habían encontrado mis huellas dactilares en la barra de aquella casa donde se había cometido el asesinato y, sí, había estado allí dos días antes de que encontraran el cadáver. Sin embargo, me pregunto, ¿será capaz una prueba científica de decir al ser humano quién estaba realmente asesinando a aquella persona? ¿Acaso las huellas dactilares son capaces de hablar a la policía? Si lo hacen, las mías han sido unas mentirosas. Pero, claro, esta teórica sociedad del conocimiento tiene una mente esclava del conocimiento matemático y esto ha llevado a la justicia a ser los nuevos profetas, capaces de predecir el pasado viendo una serie de datos que una hojita le dicta. Y tanto los científicos como la policía y el juez no son más que unos deshumanizados ya, unos esclavos de una conciencia creada por el hombre, unos ignorantes capaces de despreciar la naturaleza, ese bello vaivén en el que podemos mecernos las personas libres.

“Es tu última oportunidad” dijo el policía que me estaba interrogando, “¿quieres defenderte a través de un abogado?” Me negué. Llevaban horas y horas intentando persuadirme para aceptar un abogado, pero no estaba dispuesto a ceder a sus chantajes, que habían sido de todo tipo, pues era inocente. No iba a creerme en ningún momento que era culpable. Querían que aceptara un abogado porque era lo normal. Los culpables aceptan un abogado porque son tan tontos que no pueden defenderse por sí mismos. Los inocentes aceptan un abogado porque son tan manipulables que ceden a los deseos de los policías, cuya única finalidad es la de dar trabajo a sus amigos los abogados, excesivos hoy en día en este país, pues hay también excesivas leyes prescindibles que condenan el arte y la creatividad, sustituyendo estos dos valores por eternos procesos burocráticos y aburridos aprendizajes memorísticos banales que pronto se olvidan, dejando a la persona en un nuevo estado de ignorancia.

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Acabé condenado, no me importa. Sólo pienso en escapar, no daré a esta imbécil sociedad el placer de verme aburrido, nunca me verán sin ganas de vivir.

Roberto Fernández

1º A Bachillerato

Dejo, de paso, las lecturas que hicimos el día 23 en el horario vespertino: 

Folleto Día del Libro

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