P∃rsp∂ctivismo


A los alumnos del segundo bloque les he hablado ya –y sigo en ello– de perspectivismo. La cosa comenzó con Cervantes, como introducción al Realismo Crítico de Clarín y Galdós, esa corriente literaria que escarba en la realidad, la problematiza, la pone en cuestión, la analiza y trata de explicarla como fenómeno complejo y dispar; ese movimiento que asume la interioridad del personaje, sus miedos, sus sueños y pesadillas, su imaginación, sus anhelos más sublimes, los recónditos traumas infantiles y, todo ello, sembrando siempre la cepa del símbolo como explicación de la quiebra perceptible entre su esencia y su existencia, entre lo que el personaje piensa y lo que hace, entre su yo y el mundo, de modo que el conflicto generado por una sociedad que angustia al sujeto produce frustración, ya sea en forma de alienación para la supervivencia, ya sea por la destrucción misma del personaje, en último extremo.

El personaje vive con su pasado y sus circunstancias, en general, de modo que el lector pueda comprender que el tiempo es subjetivo y los estímulos exteriores afectan de forma diversa a cada cual, o al mismo personaje en dos momentos distintos. Recordaréis la diferente sensación que produce la representación de Don Juan Tenorio en Álvaro Mesía y en Ana Ozores, por ejemplo…

Hoy traigo un caso singular al blog. Se trata del libro Ejercicios de estilo, de Raymond Queneau, que podéis encontrar editado por Cátedra. En ocasiones, uso alguno de sus textos en mi Pequeño taller de escritura, como propuesta activa de composición de textos (y lo dejo caer como si nada), de manera que a algunos os sonará.

El libro consiste en una recopilación de 99 variaciones textuales sobre una misma anécdota ínfima. Su concepción va pasando por diversos estilos y géneros, desde la narración en primera o tercera persona por narrador protagonista o testigo a lo puramente telegráfico, con parada en los otros géneros, dramático y lírico, en la animalización de los personajes, en el hipérbaton extremo (sínquisis) o en el ámbito gastronómico, por recoger solo un par de ejemplos.

Os sugiero aquí unos textos en consonancia con el perspectivismo del que venimos hablando:


Relato

Una mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un
autobús casi completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un
personaje con el cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro rodeado
de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo interpeló, de golpe y
porrazo, a su vecino, pretendiendo que le pisoteaba adrede cada vez que subían o
bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse sobre un
sitio que había quedado libre. Dos horas más tarde, volví a verlo delante de la
estación de Saint-Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir
el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre
competente.

Punto de vista subjetivo

No estaba descontento con mi vestimenta, precisamente hoy. Estrenaba un sombrero nuevo, bastante chulo, y un abrigo que me parecía pero que muy bien. Me encuentro a X delante de la estación de Saint-Lazare, el cual intenta aguarme la fiesta tratando de demostrarme que el abrigo es muy escotado y que debería añadirle un botón más. Aunque, menos mal que no se ha atrevido a meterse con mi gorro.

Poco antes, había reñido de lo lindo a una especie de patán que me empujaba adrede como un bruto cada vez que el personal pasaba, al bajar o al subir. Eso ocurría en uno de esos inmundos autobuses que se llenan de populacho precisamente a las horas en que debo dignarme a utilizados.

Otro punto de vista subjetivo

Había hoy en el autobús, a mi lado, en la plataforma, uno de esos mocosos de los que no abundan afortunadamente porque si no, acabaría por matar a uno.

Aquél, un muchacho de unos veintiséis o treinta años, me irritaba especialmente, no tanto a causa de su largo cuello de pavo desplumado como por la clase de cinta de su sombrero, cinta reducida a una especie de cordón de color morado. ¡Jo!, ¡el cabrón! ¡Cómo me cargaba! Como a esa hora había mucha gente en nuestro autobús, aprovechaba los empujones de costumbre a las subidas o bajadas para hincarle el codo en las costillas. Acabó por largarse cobardemente antes de que me decidiera a pisotearle un poco los pinreles para jorobado. También le hubiera dicho, para fastidiado, que a su abrigo demasiado escotado le faltaba un botón.

Vacilaciones

No sé muy bien dónde ocurría aquello… ¿en una iglesia, en un cubo de la basura,
en un osario? ¿Quizás en un autobús? Había allí… pero, ¿qué había allí?
¿Huevos, alfombras, rábanos? ¿Esqueletos? Sí, pero con su carne aún alrededor,
y vivos. Sí, me parece que era eso. Gente en un autobús. Pero había uno (¿o
dos?) que se hacía notar, no sé muy bien por qué. ¿Por su megalomanía? ¿Por su
adiposidad? ¿Por su melancolía? No, mejor… más exactamente… por su juventud,
adornada con un largo… ¿narigón? ¿mentón? ¿pulgar? No: cuello; y por un
sombrero extraño, extraño, extraño. Se puso a pelear -sí, eso es-, sin duda con
otro viajero (¿hombre o mujer?, ¿niño o viejo?) Luego eso se acabó, concluyó
acabándose de alguna forma, probablemente con la huida de uno de los dos
adversarios.
Estoy casi seguro de que es ese mismo personaje el que me volví a encontrar,
pero ¿dónde? ¿Delante de una iglesia? ¿delante de un osario? ¿delante de un
cubo de la basura? Con un compañero que debía de estar hablándole de alguna
cosa, pero ¿de qué? ¿de qué? ¿de qué?

Otro caso peculiar es el libro Cómo decirle adiós (2006), de Cécile Slanka. Cuántos enamorados hoy agradecerán sus palabras mañana. El origen del libro es una carta de ruptura del novio de la autora quien, para reponerse –quiero imaginar–, decidió emprender esta aventura como terapia de choque, y escribir centenares de cartas para finalizar una relación como es debido, según cada caso. Ya digo, utilísimo. Libro de cabecera. Os anoto algunos ejemplos:

Vándala

Fernando,
¡Te dejo el coche en el estado en que has dejado a mi corazón!

  • Martine

Ambiguo

Mi putita linda,
adivina quién te deja:
¿Pierre o Patrick?

  • P.

Sádica

Hector,
Como sé por experiencia que lo más doloroso cuando a uno le dejan es no entender bien las razones, no te daré ninguna.

  • Mathilde

Preciso

Aude,
No es que ya no te quiera… es que creo que nunca te he quise.

  • Valentín

Ambivalente

Boris,
Te quiero por:
tu insaciabilidad sexual,
tu independencia de espíritu,
tu humor serio pero burlón,
la singularidad de tu carácter,
tu increíble erudición,
tu cautivadora profesión,
tu familia fuera de lo común,
Y por las mismas razones, te dejo.
Adiós,

  • Nadège

Enrevesada

.ozreufse nu renopus a av et atrac atse reeL
euq omitlú le y oremirp le áres euq orugesa et Y¡
!ím rop sagah
!sálociN, sóidA¡

Como toda carta es la mitad de un diálogo, confío en que os animéis a escribir la otra parte, la otra perspectiva. Hale, no os hagáis los remolones.

Esta entrada fue publicada en 1ºBACH, 2ºBACH, Juegos, Literatura y etiquetada , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

2 respuestas a P∃rsp∂ctivismo

  1. Tragapayasos dijo:

    Ja, ja, ja, me ha encantado la enrevesada. aton éramoT

Deja un comentario