Minijobs


–¡Mi hijo ha conseguido un minijob! ¡Qué ilusión!

— Ay, ay. ¡Pero qué alegría más grande!

Imagino que la idea que tiene de fomentar el empleo la CEOE (y la que tendrán no tardando mucho los políticos) es tirar los derechos sociales a la basura y prescindir del salario mínimo interprofesional. Para no utilizar otros términos mucho más ajustados a la realidad, emplean un eufemismo que, con su deje anglófilo pasará por moderno y las vecinas de cualquier portal madrileño podrán cruzarse felicitaciones como las de arriba.

Ahora, esta es una idea que no se forja en un día. Flexibilidad, deslocalización y demás mariachis están ahí para conseguir lo que Richard Sennett denomina La corrosión del carácter, un libro que se debe leer. Y en la misma dirección, los proyectos educativos se orientan a cumplir la profecía que denuncia Jean-Claude Michéa en La escuela de la ignorancia, un libelo que todo profesor y todo alumno debe conocer.

El lenguaje no es inocuo. Crea marcos de pensamiento (acordaos de Lakoff y su No pienses en un elefante).

Me hacían más gracia neologismos como gafapasta, perroflauta, pagafantas, etc. Ni siquiera por las malas hacen sangre. Los minijobs sí. Y si no, tiempo al tiempo.

Y estas son, claro, mis recomendaciones para estas vacaciones. Espero que leáis alguno de estos libros. Felices fiestas de nuevo.

 

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